António Pedro Costa
João Amado
Texto originalmente publicado en Costa, A. P., & Amado, J. (2019). Análisis de Contenido Soportado por Software (1a). Ludomedia
Introducción
El Análisis de Contenido es una técnica de análisis de datos, recolectados de varias fuentes, pero expresados, preferentemente, en textos o en imágenes. La naturaleza de estos documentos puede ser muy variada, como material de archivo, textos literarios, informes, noticias, comentarios evaluadores de determinada situación, diarios y autobiografías, artículos seleccionados a través del método de revisión de la literatura, transcripciones de entrevistas, textos solicitados sobre un determinado tema, notas de campo, etc. etc. Lo mismo se podrá decir en cuanto a la naturaleza de las imágenes: fotografías, películas, ilustraciones de libros, etc.
1.1 Historia de la técnica de Análisis de Contenido
Ya hemos dicho que el análisis de contenido es un proceso natural, espontáneo, que todos utilizamos cuando subrayamos ideas en un texto y tratamos de organizar sus ideas. Pero la historia del Análisis de Contenido, como método científico, por tanto sujeto a procedimientos controlados y sistemáticos, se remonta a los tiempos de la Primera Guerra Mundial, como instrumento para el estudio de la propaganda política difundida en los medios de comunicación, teniendo como principal referencia de esa época la obra de Harold Lasswell, Propaganda in the World War, de 1927.
En la segunda guerra mundial fue utilizado en el análisis de periódicos, con el fin de detectar indicios de la propaganda nazi en los medios de comunicación norteamericanos, destacando la obra de la responsabilidad colectiva de Lasswell y Leites, titulada Lenguaje de los Políticos (1949).
A partir de entonces, con más o menos vacilaciones de carácter epistemológico y metodológico (buscando frecuentemente reforzar el carácter cuantitativo), el Análisis de Contenido se ha aplicado en muchos campos de las ciencias humanas, tales como lingüística (análisis del discurso), antropología (examen de los mitos y leyendas), psicoanálisis y psicología clínica (análisis temáticos de los discursos de enfermos mentales), historia (análisis sistemático de documentos), etc., tendencia ésta consagrada y desarrollada a partir del Congreso de Alberton House, que tuvo lugar en 1955 (Krippendorff, 1990; Vala, 1986). La necesidad de un congreso dedicado a esta temática se hacía sentir debido a que la técnica empezaba a zozobrar por causa de las críticas y ataques de varios orígenes. La crítica más contundente se refería, en particular, a uno de sus “defectos constitutivos”, es decir, “la intervención del codificador en el establecimiento del sentido del texto” (Ghiglione & Matalon, 1992, p. 180). Sin embargo, en nuestros días, es rara la investigación que, de modo exclusivo o combinado con otras técnicas de recogida y análisis de datos (por ejemplo, cuestionarios), como medio para la construcción de otros instrumentos (el cuestionario), o como metodología central, no haga algún uso de esta técnica.
Actualmente, la utilización de un software de apoyo a esta técnica de análisis permite mayor rapidez, rigor y llevar a cabo procesos de alta complejidad realizables con seguridad; ya existen dos decenas de paquetes de software, como NVivo (www.qsrinternational.com), Atlas.ti (www.atlasti.com), MAXQDA (www.maxqda.com). Más recientemente comenzaron a surgir programas que funcionan en la nube (cloud computing), como es el caso del webQDA (www.webqda.net). Una de las ventajas de esta innovación es la de posibilitar el trabajo colaborativo en pequeños o grandes grupos, análisis de gran volumen de datos, de una forma que no era posible antes (Costa, 2016). Más adelante daremos cuenta de la evolución de todos estos instrumentos y hablaremos, con más detalle, de sus ventajas.
1.2 El concepto de análisis de contenido
Lo que se pretende con esta técnica, en términos genéricos, es diseñar en un conjunto organizado, sistemático, tanto como sea posible cuantificado, de categorías de significado, el “contenido manifiesto” de los más diversos tipos de comunicaciones, para poder interpretarlo teniendo en cuenta los diversos factores que llevaron a su producción.
El concepto de Análisis de Contenido ha sufrido una evolución a lo largo de los tiempos; en una primera fase, bajo la influencia de Berelson (1952, apud Krippendorf, 1990), uno de los clásicos de esta técnica, la preocupación mayor era la de describir y cuantificar los contenidos manifiestos de los documentos a analizar; en esta perspectiva, de tendencia positivista, la técnica se refería a las denotaciones, es decir, sobre el primer sentido del discurso.
En una fase siguiente (Osgood, 1959, apud Vala, 1986, Bardin, 1979), además de su función descriptiva y de su incidencia sobre las denotaciones, el Análisis de Contenidos asume una función “inferencial, en busca de un significado que está más allá del inmediato aprehensible y que espera la oportunidad de ser desvelado” (Amado, Costa, y Crusoe, 2017, p. 303). Se interesa, pues, también por las connotaciones de los discursos, que muchas veces tienen más que ver con las lecturas entre líneas, las reticencias, el subentendido, y el tono que con ‘lo que es explícito’ (Esteves, 2006; Morgado, 2012).
El proceso inferencial, sin embargo, tiene que obedecer las reglas y someterse a algún control, no vaya la imaginación del analista a hacerlo caer en “inferencias ingenuas o salvajes” (Vala, 1986, p. 103). Esta preocupación despierta la necesidad de mecanismos que confieran fiabilidad y permitan la validación de todo el proceso de análisis; el reflejo de este nuevo paso es la definición de Análisis de Contenido ofrecida por Krippendorff (1990, p. 28), uno de los autores más reconocidos en esta materia: “una técnica de investigación que permite hacer inferencias, válidas y replicables, de los datos en su contexto “.
La replicabilidad surge, pues, como fundamental, para que se pueda ofrecer confianza en el proceso de identificación de categorías, desde un punto de vista técnico. Como dice Lima (2013, p. 8), es importante que los procedimientos de clasificación sean consensuados, para que diferentes personas puedan realizar esa clasificación de forma similar. También es esencial que el proceso de análisis de contenido sea transparente, público y verificable. Se puede decir, entonces, que el rigor se alcanza con la aplicación de los procedimientos adecuados acompañados por una descripción clara y ajustada de los mismos, donde no falte la definición de cada categoría o subcategoría, y que dichos procedimientos se hagan patentes, en tablas o matrices, en algunos de los momentos y resultados intermedios o finales; en este sentido, es justo decir que el rigor no se confunde con el análisis estadístico.
Por otro lado, la producción de inferencias se basa en el establecimiento de relaciones, con base en deducciones lógicas y pertinentes, entre cuatro polos diferenciados:
1. Los Datos. Estos, a su vez, podrán ser analizados según ciertas perspectivas, asentándose (entre otros aspectos a tener en cuenta en las cuestiones previas y en los objetivos de la investigación) sobre:
a. lo que se dice (en este caso, se trata de un análisis temático, el más común en Análisis de Contenido, y que puede incidir en la distinción de temas, el recorte de categorías y subcategorías dentro de estos temas, y sobre el cálculo de su frecuencia relativa en el conjunto del corpus documental);
b. por quien se dice (por ejemplo, las afinidades entre el mensaje y el estado psicológico de emisor);
c. a quien se dice (análisis de relaciones, estableciendo las afinidades entre el mensaje y sus destinatarios);
d. con qué propósito (análisis de objetivos de determinado mensaje);
e. con qué resultados (análisis de evaluación, por ejemplo, de las respuestas de los destinatarios a la comunicación).
2. Los marcos de referencia de quienes produjeron la comunicación (intenciones, representaciones sociales, presupuestos, estados de ánimo, valores y símbolos, así como aspectos biográficos y rasgos de personalidad del autor de la comunicación, etc.)
3. Las condiciones de producción o contexto de emergencia de esos mismos datos en análisis (el contexto local y las circunstancias sociales y culturales, coyunturales, políticas, históricas en que el documento en análisis se ha producido y que se reflejan en él);
4. Los marcos de referencia de quienes analizan, exigiendo que el analista esté preparado teórica y metodológicamente para hacer sus interpretaciones. Esto es, el analista debe conocer y movilizar marcos de referencia tomados, en gran parte, en una o más teorías de las ciencias humanas y sociales; debe saber usar la intuición y la creatividad en la identificación y recorte de temas, categorías y subcategorías, y debe tener un “saber hacer” y un “saber ser” que le permita tomar decisiones adecuadas frente a los datos y huir a la subjetividad incontrolada ya la falta de ética.
La definición ofrecida por Robert y Bouillaguet (1997) nos parece ser una de las más amplias, englobando la perspectiva descriptiva, objetiva y la perspica inferencial, subjetiva: “El Análisis de Contenido stricto sensu se define como una técnica que posibilita el examen metódico , sistemático, objetivo y, en determinadas ocasiones, cuantitativo, del contenido de ciertos textos, con el fin de clasificar e interpretar sus elementos constitutivos y que no son totalmente accesibles a la lectura inmediata “(p. 4).
En el texto de (Amado, Costa, & Crusoé, 2017) sintetizamos todas estas consideraciones en los siguientes términos: “Podemos, pues, decir que el aspecto más importante del Análisis de Contenido es el hecho de que permita, además de una rigurosa y objetiva representación de los contenidos o elementos de los mensajes (discurso, entrevista, texto, artículo, etc.) a través de su codificación y clasificación por categorías y subcategorías, el avance (fecundo, sistemático, verificable y hasta cierto punto replicable) en el sentido de la captación de su sentido (a costa de inferencias interpretativas derivadas o inspiradas en los marcos de referencia teóricos del investigador), por zonas menos evidentes constituidas por el referido ‘contexto’ o ‘condiciones’ de producción. Juzgamos que es este aspecto que permite aplicar creativamente el Análisis de Contenido a un abanico variado de documentos (comunicaciones), muy especialmente sobre aquellos que traducen visiones subjetivas del mundo, de modo que el investigador pueda ‘asumir’ el papel del actor y ver el mundo de su lugar, como propone la investigación de cariz interaccionista y fenomenológico “(p. 306).